Hace un tiempo asistí a un seminario en el que la ponente defendía una forma determinada de trabajar con los perros, arguyendo que a la mayoría de los propietarios de perros no les importa el por qué sus perros tienen determinadas conductas y, sencillamente, no tienen tiempo para trabajar con los perros. Que lo único que quieren es que les soluciones el problema de “Toby”, que deje de ladrar, de subirse, etc etc.
Desde el más profundo respeto por su forma de trabajar, he de decir que me invadió una enorme tristeza. Aquello me dio la impresión de “cosificación” del perro. Desde entonces llevo dándole vueltas al asunto: sí es cierto que algunas personas no tienen la habilidad que tienen otras aprendiendo el manejo de sus perros. ¿Encajaría ahí un “yo te lo adiestro y después hacemos la transferencia”?
Esta profesional añadía el argumento de la honestidad. A ella le parecía que era más barato para el cliente. A ratos pensaba que podría tener su razón de ser, pero no me termina de encajar, o mejor dicho, soy yo la que no encaja en la metodología explicada por la ponente, por varias razones:
1. En los últimos años se están descubriendo tantas cosas sobre los animales, su conducta, sus emociones (que las tienen) que, afortunadamente, nuestra visión de ellos y nuestra actitud hacia ellos están empezando a cambiar (este proceso de cambio viene siendo muuuucho más lento que las investigaciones).
2. Esto hace que la perspectiva del trabajo con los perros también cambie, y la metodología, y por si fuera poco, aunque nunca lleguemos a comprenderlos del todo, sí lo hacemos más que hace 10 o 15 años.
3. Y a partir de este punto es cuando me arriesgo a que entendáis lo que voy a decir o lo aborrezcáis por completo:
Tengo un coche. Es una cosa, vehículo, concretamente, que está a mi servicio y de mi familia y trabajo. Mi responsabilidad es cuidarlo, revisarlo puntualmente y pagar impuestos por circular con él. Si se estropea, por desgaste o mal uso, lo llevo al taller, donde me lo arreglan y devuelven tras pagar un importe por el servicio.
4. Si tengo un hijo, mi responsabilidad es cuidarlo, enseñarle unas normas de convivencia (somos muchos a vivir en este planeta), y aprender para poder guiarle en sus distintas etapas de crecimiento. Si no lo hago bien o le pasa algo por circunstancias ajenas, hago lo indecible para ayudarle a volver a lo que yo o la sociedad consideremos como “normalidad”.
5. Y aquí llega la comparativa odiosa.
COCHE | HIJO |
---|---|
No amimado | Animado |
No siente | Siente |
Me hace sentir X | Me hace sentir Y |
Se estropea | Se estropea |
6. Si convivo con un perro, otra especie animal no humana, mi responsabilidad es cuidarlo, enseñarle unas normas de convivencia con mi especie animal humana, aprender sobre dicha especie para facilitarle la integración en MI ambiente y estructura social. Si no lo hago bien o le pasa algo por circunstancias ajenas o propias, debo hacer lo indecible para ayudarle a volver a lo que yo o la sociedad animal humana consideremos como “normalidad”.
7. Y volvemos a la odiosa comparativa:
COCHE | HIJO | PERRO | YO |
---|---|---|---|
![]() | ![]() | ![]() | ![]() |
No animado | Animado | Animado | Animada |
No siente | Siente | Siente | Siento |
Me hace sentir X | Me hace sentir Y | Me hace sentir Z | Hago sentir algo a la gente... (o no...) |
Se estropea | Se estropea | Se estropea | Me estropeo |
La ley, hasta ahora, momento en que nos hemos caído de un guindo, ha considerado a los animales como “cosas”. Legalmente nuestros perros han sido COSAS, como el florero de la mesa de la entrada, que a veces no te dice nada o….parece decirte “por Diosss tírame a la basura YA”. Afortunadamente esto ha empezado a cambiar.
Pero vayamos al grano. Hago esta comparativa odiosa porque, pensando muy fríamente, nos ayuda a situar al perro en el lugar que le corresponde, MÁS CERCA NUESTRO y bastante lejos de ser una “cosa”.
No es un hijo, ni un sustitutivo de hijos. A los que convivimos con perros u otros animales no humanos, nos supone una relación completamente distinta. Hace tiempo a una colega le irritaba tener que explicar esto a su entorno, y yo misma he tenido que escuchar comentarios por la calle al respecto.
Cómo lo explicaría: el subidón que te da convivir con un animal de otra especie, otra estructura social, otro lenguaje, y llegar a comprenderlo mínimamente y ser capaz de mantener una relación armoniosa, es completamente diferente del subidón que te da gestar, parir y criar un hijo. No es ni mejor ni peor, sencillamente es DISTINTO…pero subidón al fin y al cabo. Y por tanto, trabajar con perros obviando toda esta información o tener en casa un animal no humano para obviar dicha información, se me escapa al entendimiento. De manera similar a como se me escaparía si tuviéramos un hijo y no quisiéramos saber nada de él hasta que estuviera bien educadito, y si me sale rana, lo mando al internado.
Y todo esto lo cuento porque, volviendo al principio de este artículo, yo también me he hecho mi esquema mental de lo que creo que es convivir con alguien, a quien supuestamente quieres, y en él no entra lo de no interesarte por tu compañero de piso en absoluto. Yo no me quiero perder todo lo que pueda aprender con ellos y de ellos.
Así que os invito a todos los que me estáis leyendo, tanto si convivís con perros, como si no lo hacéis pero sentís cierta curiosidad porque os los encontráis todos los días por la calle y, al fin y al cabo os gustan, a acompañarme en esta andadura para intentar entender mejor a estos otros habitantes de nuestro planeta, de nuestros hogares o de los hogares de nuestros vecinos, y promover una convivencia fluida y más segura.
Muchas gracias por invertir este ratito. Podéis seguirme en Facebook y en el canal “Mi vida con perro” en Youtube.
Seguiremos trabajando para contaros y debatir mucho más